El flúor es un mineral que podemos encontrar en la corteza terrestre de la tierra, así como en diversas fuentes de agua de la naturaleza -apareciendo como fluoruro-.

En el ámbito bucodental, el flúor desempeña un papel muy importante para la salud de nuestros dientes, ya que interviene en el proceso de desmineralización y remineralización de nuestra boca.

El flúor interviene y protege nuestra boca de varias maneras:

  • Fortalece el esmalte de los dientes de jóvenes y adultos, además se concentra en los huesos y dientes de niños y bebés.

  • Se ha demostrado que el flúor frena la actividad que desarrollan las bacterias en nuestra boca, e incluso mata a algunos tipos sensibles al compuesto.

  • Endurece el esmalte de los dientes adultos, impidiendo la acción destructora de las bacterias.

  • Interviene en los procesos de desmineralización y remineralización que ocurren en la boca.

  • Tras comer, y habiéndose neutralizado los niveles de saliva ácida -cosa que, aunque es necesaria para realizar la digestión, daña nuestros dientes- el flúor ayuda a reponer los minerales que endurecen el esmalte dental. Este proceso se conoce como remineralización, por ello es tan importante lavarse los dientes tras las comidas.

Tras dejar clara la importancia del flúor para nuestra salud dental, surge otra pregunta: ¿cómo sé si la cantidad de flúor que ingiero a lo largo del día es la suficiente?

La respuesta es bien sencilla: si el agua potable de tu zona está fluorada -normalmente sí- y usas dentífrico rico en flúor -la mayoría lo son- no tienes de qué preocuparte. Por el contrario, si aun así eres de sufrir caries de manera continuada, entonces deberías replantearte los métodos que usas en tu higiene bucodental diaria, así como los productos. En este caso, te recomendamos que visites a tu dentista y dejes que un profesional te aconseje y te corrija, en el caso de que fuera necesario.